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¿Hacerle el boca a boca a una muerta? (Segunda parte)

Para que contextualices adecuadamente esta segunda parte te recomiendo que leas la primera. Puedes hacerlo haciendo clic aquí.

En la primera parte menciono algunos aspectos acerca del proceso de duelo cuando se muere una persona. Hago una exposición muy breve de las fases por las que transita una persona que debe enfrentar una pérdida física (muerte) generalmente de alguien cercano afectivamente.

He querido empezar por allí para que hagas el símil con lo que puede significar la ruptura final (valga la aparente redundancia) en una relación de pareja.

Me meto más de lleno en el objetivo central de esta reflexión en esta segunda parte para darle sentido al título del mismo.

¿Cómo asumimos las pérdidas en las relaciones de pareja?

Soy partidario de luchar donde las “capacidades emocionales y racionales” (CER) de las personas involucradas sean capaces para salvar una relación.

Pero el problema con esto es que:

1) Singularidad:

Las CER de cada persona dentro de las relaciones son dispares. Siempre. Así que mientras una persona cree que es capaz de aguantar mucho más para intentar buscar una solución que salve la relación, la otra persona puede haber traspasado su límite de aguante hace mucho tiempo. ¿Qué debes hacer? ¿Forzar a quien no aguanta más para que busque en unos recursos (que no tiene) para seguir aguantando hasta que mágicamente aparezcan las soluciones?

2) Estilo de enfrentamiento de problemas:

Independientemente de las CER, ¿tiene sentido mantener una relación donde más del 60% del tiempo las partes se mantienen en conflicto, angustiadas, ansiosas, con miedo, discutiendo? Digo 60% de forma arbitraria, como un recurso didáctico. Hay personas que dicen que aunque el 99% del tiempo de la relación, desde hace algún tiempo, se haya convertido en un infierno, mientras haya un 1% de buenos momentos, vale la pena luchar por esa relación. Pero, en el otro extremo, hay personas que ante los primeros problemas o momentos de conflicto, salen disparados de la relación porque no están preparados para enfrentarse a ellos o porque son hijas e hijos de la sociedad del “cero sufrimiento”. Algo así como “esteremos juntos hasta que esto empiece a ponerse difícil”.

3) Patrones dañinos o círculos viciosos:

Un camino intermedio o mezclado de las dos situaciones anteriores son los patrones individuales y de la relación ante los conflictos de la pareja. Estos pueden durar años. Son ciclos de conflicto-ruptura-reconciliación (CRR) y son una de las estrategias que paradójicamente más mantienen en el tiempo a las relaciones, aunque generalmente el balance siempre es que son más los malos que los buenos momentos.

Diré dos cosas sobre esto último, aunque sigue sin ser el tema central.

Patrones dañinos individuales (PDI):

Se trata de ciclos emocionales y/o existenciales de las personas. Todas las personas vivimos inmersos en estos ciclos, pero en este caso los he llamado dañinos porque el resultado del paso de ciclo a ciclo es un estado generalizado de conflicto personal, depresión, irritabilidad, pérdida del sentido de vida o una mezcla de todo esto. Las personas que pasan por estos PDI, llevan sus estados a las relaciones de pareja e impregnan la dinámica de ésta. La relación se mueve al ritmo de los PDI de uno de ellos y si lo quieres complejizar más, de ambos. Tenemos acá los ingredientes para lo que popularmente se ha llamado últimamente “relaciones tóxicas”.

Patrones dañinos de la Relación (PDR):

Es fácil identificar este tipo de parejas. Viven en constante conflicto. Se alimentan de éste. Han convertido estos ciclos en su “forma natural” de relacionarse. El esquema es más o menos como éste: Se monta una discusión por cualquier cosa (una tontería o algo importante, da igual), se acusan mutuamente de falta de consideración con la otra parte, llegan rápidamente a la conclusión de que no pueden estar juntos, rompen (cada uno con la sensación de que ésta sí es la ruptura definitiva), entran en depresión o en conflicto consigo mismos, casi siempre involucran a los amigos o familias o en sus dramas, llegan de nuevo rápidamente a la conclusión de que “no pueden vivir” sin la otra persona y que solo basta con volver a hablar y ceder un poco para que todo vuelva a ser igual que antes (un estado idílico de la relación que ha ocurrido pocas veces), se vuelven a hacer promesas de que no volverán a cometer los mismos errores, se reconcilian, vuelven a sentir que ahora sí es la buena, que este es el “arreglo definitivo” y a las pocas horas(con suerte algunos días) vuelve el patrón.

El adjetivo “dañino” en ambos tipos de patrones debe entenderse además con una condición de ceguera afectiva (Una especie de negación). Las personas no se dan cuenta o no quieren reconocer ni el patrón, el ciclo, ni lo dañino del círculo vicioso en el que están.

Sé que va a sonar a publicidad, pero lo cierto es que difícilmente se saldrá de esas situaciones sin ayuda profesional.

Y esta es mi reflexión central a este respecto, la que me motivó a escribir este artículo.

¿Cómo se le llama el mantener viva a una persona por medios artificiales?

Hay varios términos técnicos, pero el que quiero utilizar es el de “Estado Vegetativo Permanente” (EVP).

La relación está muerta pero no queremos aceptarlo. Una de las dos personas o ambas intentan mantener viva una relación que ha muerto, intentan el boca a boca, golpean, dan puños a las paredes, maldicen al cielo y lo intentan hasta el agotamiento, pero la relación está muerta.

Algunos logran mantener la relación en EVP y es posible que logren vivir así mucho tiempo, pero es solo una forma artificial de posponer lo inevitable.

Para algunas personas es como si quisieran utilizar ese tiempo de EVP preparándose para el desenlace final, pero paradójicamente, lo único que ese tiempo les produce es más falta de aceptación de que todo ha acabado, así pareciera que nunca terminan de prepararse, con lo que extienden la agonía de ambas personas en la relación.

Muchas parejas logran vivir así por muchos años, incluso hasta que la muerte física les alcanza. La pregunta, en estos tiempos en que estamos menos dispuestos a sufrir y más en aprovechar la vida para disfrutarla, si ¿Tiene sentido gastar nuestro tiempo, energía, juventud, capacidad de amar, en una relación que no tiene ningún futuro?

Planteado de esta forma la respuesta es probablemente no. Pero otra cosa es lo que finalmente decidan las personas que están metido en este juego macabro de mantener con vida a una muerta.

Soltar… dejar ir…desapegarse

Con respecto al duelo, hace unos (bastantes ya) salió en la lista de los libros más vendidos (Best seller) el libro de Nancy O’Connor que ha sido traducido al castellano como “Déjalos ir con amor”. Es un compendio de historias personales acerca de las emociones que se atraviesan por cada una de las etapas del duelo mezclada con información especializada. Uno de los mensajes centrales es “Tu sobrevivirás y las emociones que estás viviendo serán las que ayuden a cicatrizar las heridas”.

El título del libro es justamente el mensaje que se le daría a una persona que en una primera instancia no quiere aceptar que alguien se ha muerto. Es una actitud cariñosa y comprensiva de acogida y consejo donde se le dice al que ha sobrevivido: “Ya se ha ido, no te aferres, déjale ir”.

En nuestro caso de las relaciones de pareja, las que están “muertas” pero las personas no quieren verlo o aceptarlo, solo queda esperar a que alguien de los dos(o los dos) reconozcan el hecho de que no hay nada a lo que aferrarse más que a algunos buenos recuerdos y que lo más sano y transformador que se puede hacer, aparte de reconocerlo, es darle “digna sepultura” (así sea solo en la mente) y dejar que la vida te sorprenda con lo que vendrá.

Incluso en aquellos casos en que se han tenido buenos años seguidos el amor puede acabarse y con él el proyecto de pareja. Es doloroso, no es fácil, pero hay que aceptarlo y convertir todo lo que trae en una experiencia de aprendizaje ya sea para la vida o para la próxima relación.

A menos que existan nuevas técnicas médicas de resucitación, la muerte física es un hecho definitivo. En el caso de las relaciones de pareja, la muerte puede no serlo. Sin embargo, aferrarse a una relación muerta puede ser tan nefasto como esas historias escabrosas donde las personas conviven con alguien fallecido por diferentes razones.

Por más repulsa que podamos hacer, al final, si seguimos vivos, nuestra única opción es aceptarlo.

Podemos intentar hacerle el boca a boca, pero si está muerta, está muerta. Cuanto más rápido te des cuenta y lo aceptes, más rápido puedes empezar tu proceso de entenderte si esa otra persona en tu cotidianidad. Pero claro, como todo en la vida, todo lo del ser humano es muy complejo y algunas personas no tienen prisa en entender, ni en aceptar que su relación ya no existe.

¡Comparte tus opiniones o experiencias!

¿Crees que es posible prepararse para que la aceptación de la “muerte” de una relación de pareja sea lo menos dolorosa posible?

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