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¿Ruptura de pareja y feminismo? Segunda parte

Para que contextualices adecuadamente esta segunda parte por favor lee la primera acá, y la tercera aquí.

Estoy haciendo una reflexión acerca de si el hecho de decirte feminista implica una manera diferente de vivir las rupturas de pareja. Por supuesto, el cuestionamiento se aplicaría también a la manera en que se vive la relación de pareja, pero eso lo dejo para otro momento. Por ahora he querido concentrarse en el difícil momento de la ruptura de la relación.

¿Qué es una ruptura de pareja?

Más allá de lo evidente de la expresión, una ruptura de pareja son muchas cosas:

Te invito a pensar otras posibilidades que implican el concepto “ruptura de pareja”.

Un ejemplo de malabarismo ético en el feminismo y las relaciones de pareja

Una de las causas más comunes de la ruptura de pareja es la infidelidad, que muchas veces está más relacionada con la deslealtad que con un hecho en sí de cuernos.

Bien, si me digo feminista quiere decir que creo en la igualdad. Si creo en la igualdad quiere decir que doy cuenta, acepto y respeto la individualidad de las otras personas, incluyendo a mi pareja. Si respeto la individualidad de la otra persona significa entiendo y reconozco que el ser humano es muy complejo y que los sentimientos pueden dirigirse en cualquier dirección. Y que así como hoy la otra persona ha elegido estar conmigo esto puede cambiar en cualquier momento. Si entiendo y acepto que no soy dueño, ni duela de la otra persona y por tanto, tampoco de sus emociones y sentimientos, debo aceptar que algún momento mi pareja decida tener una experiencia temporal o permanente con otra persona.

Las parejas abiertas y poliamorosas son más compatibles con el feminismo que la monogamia. La monogamia es un modelo de relación social y política que heredamos sin mucha consciencia y algunas personas lo asumen como la estructura “natural” de las relaciones. Antes casi en exclusiva entre hombres y mujeres, pero hoy con decenas de posibilidades, gracias precisamente a los movimientos igualitaristas. Pero aunque seamos conscientes de que la monogamia no es natural y es simplemente un modelo impuesto por la cultura donde hayamos nacido, y convengamos con nuestra pareja ser monógamos, no nos libra, si decimos ser feministas, de aceptar que el único y principal rector de la vida de mi pareja, es él o ella misma, y en ese orden de ideas, puede hacer lo que quiera en cualquier momento, incluso traicionando nuestro acuerdo de monogamia.

La pareja como propiedad privada

Una de las herencias políticas de la cultura heteropatriarcal es considerar a las personas como objetos que se pueden poseer. Esto influye tanto a hombres como a mujeres. Cuando “entras” a una relación de pareja, de manera automática, tácita, supuesta, la otra persona pasa a ser de tu propiedad. Las mujeres dicen “ese es mi hombre”. Los hombres dicen “esa es mi mujer. Otros hombres dicen “esa es mi mujer y esa también, y esa también”. Con el avance de las libertades y de unas mentes más abiertas, en nuestra cultura “occidental”, ya podemos jugar con los géneros de otra forma. Mujeres que dicen “ese es mi hombre, y ese y ese”. Hombres que dicen “ese es mi hombre” y mujeres que dicen “esa es mi mujer”. Y todas las combinaciones que se puedan imaginar.

¿Pero qué pasa si el hombre o la muer que se expresa así de su pareja, es feminista?

Algo no cuadra. Las relaciones homosexuales, si bien en ciertos ambientes suelen ser más liberales, más abiertas, más poliamorosos, en muchas ocasiones reproducen este modelo de que su pareja, independientemente del género o de la orientación es “suya”.  Los celos, la posesividad, la agresión por infidelidades están al orden del día también en las relaciones homosexuales, si bien requiere que analicemos más profundamente las causas en otro momento.

El feminismo es incompatible con el concepto de “mi pareja es mía”. No creo que sea incompatible con la monogamia, siempre y cuando ésta sea concertada, hablada explícitamente y aceptando que las “cosas” pueden cambiar en cualquier momento.

El miedo al abandono y a ser rechazadas

Dos de los miedos más grandes que manejamos los seres humanos son el miedo a que nos abandonen (a quedarnos solos) y/o a que no nos acepten.

Si me digo feminista, he de aceptar que la soledad es una opción propia del ejercicio de la libertad de la otra persona, así como que mi pareja se vaya con otra persona. Esto podría ser una exigencia ulterior para quien quiera vivir los valores de la igualdad;  saber, prepararse para el ejercicio de la libertad de la pareja.

Aunque ahora podamos decir que eso sucede en cualquier relación, en cualquier momento, lo cierto es que los sentimientos que genera una ruptura están dados en parte por esa sensación de abandono, de rechazo, de falta de claridad por parte de la otra persona, o directamente por deslealtad del pacto tácito de que se pertenecen mutuamente y de que iban a estar juntos(as) para toda la vida.

Si eres feminista, has asumido que ningún ser humano es dueño de nadie, que no puedes gobernar sobre los sentimientos de tu pareja y que en cualquier instante ésta hará uso de su libertad para comportarse incluso en contra de tus propios intereses y deseos.

Voy a dejar esta segunda parte por acá. Comparte conmigo tu opinión y la repuesta a esta pregunta:

¿Qué valores están asociados al feminismo que deberían estar presentes en la manera en que se viven las rupturas de pareja?

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