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¿Hacerle el boca a boca a una muerta? (Primera parte)

Cuando llegaron los paramédicos, encontraron a Lola haciéndole el boca a boca a una persona que yacía en la mitad del diminuto piso en el que vivía. Todo parecía indicar que llevaba horas en la labor. El cuerpo estaba frío. Los de la ambulancia miraron con cierta extrañeza a Lola, no solo porque se veía notablemente agotada probablemente por el ejercicio de reanimar a la persona acostada sobre el parqué, sino porque no entendían cómo no quería aceptar que no había nada que hacer. No sin cierta resistencia por su parte, retiraron a Lola hacia un rincón del salón para poder hacer su trabajo. Lola gritaba y les mandaba qué hacer, lloraba en impulsos intermitentes que algunos momentos parecían aullidos. Los paramédicos hicieron todas las maniobras que mandaba el protocolo y no pudieron hacer otra cosa que certificar su muerte. Se lo señalaron a Lola, también casi como un requisito que había que cumplir porque era más que evidente, pero ella seguía forcejeando para liberarse y poder así seguir intentando reanimarle. Como casi siempre, Lola estaba sola, no había a quien llamar para que la acompañara. Su familia no era una opción y sus amigas tardarían mucho en llegar. Pasó una eternidad hasta que las autoridades correspondientes pudieron retirar el cuerpo. En esas horas nadie llegó. Tuvo que irse al hospital porque los paramédicos no querían dejarle sola.

Para que entiendas el objetivo de este artículo debo dar un pequeño rodeo por el tema de la muerte y el duelo. Ten un poco de paciencia, al final espero decirte a qué me refiero con el título. Como era de esperar (de mí) me ha quedado muy largo y he preferido partir el artículo en dos partes.

Una de las escenas más comunes en las películas es cuando una persona que ve a un ser querido fallecer, son los intentos de reanimación. Desde la maniobra técnica del RCP (Respiración Cardio Pulmonar, solo para personas que se han entrenado en ella) pasando por el famoso “boca a boca”, hasta golpes de desesperación al cuerpo de la persona fallecida tratando de resucitarla o castigándola con rabia por haberse ido.

Sea como sea, la muerte es un fenómeno al que no nos enfrentamos con facilidad por más preparados que estemos para éste. Independientemente de cuán preparados para la muerte digamos que estemos, ya sea una muerte anunciada con tiempo (enfermedad terminal) o de repente, parece que siempre nos coge de sorpresa. Y si no es la muerte misma, son nuestras reacciones las que se deben ajustar ante una experiencia tan radical como ésta.

Pero no es de la muerte física de la que quiero hablar, sino de otras muertes. En particular de las muertes de las relaciones afectivas de pareja. 

Hace muchos años los psicólogos y especialistas en temas de la muerte hemos consensuado que ante la muerte empieza un periodo de duelo, que varios investigadores han señalado que pasa por varias etapas. Algunos autores hablan de 4, otros de 5. Unos autores hablan de estas etapas de modo genérico (primera etapa, etapa central, etapa final) y otros, tal vez los más populares han puesto algunos nombres a estas partes del proceso.

Etapas del duelo

Según algunos autores las etapas del duelo son:

1. Negación:

No creemos que nos esté pasando esto a nosotros o que tal muerte haya pasado.

2. Ira

Sensación de rabia intensa (expresada o contenida) como consecuencia de sentirse abandonada(o) o por otros temas o sentimientos “pendientes” que ahora no se podrían resolver directamente.

3. Negociación:

Otros autores también señalan acá la culpabilización. En todo caso se trata de un momento donde hay muchas preguntas de cómo será el futuro sin esa persona, de si lo hubiéramos hecho mejor, de analizar qué caminos podríamos seguir, muchas veces en medio de o ver ninguna salida.

4. Depresión:

Una profunda sensación de tristeza, desolación, abandono, incluso pérdida del deseo de vivir. La muerte nos genera una ruptura definitiva en el plano físico y la consecuencia, más o menos natural es el dolor. Ese dolor nos hace estar tremendamente tristes, obnubilados, en shock.

5. Aceptación/Rechazo:

Finalmente, después de algún tiempo, nuestro organismo busca maneras de reponerse, así sea un poco porque mantener ese grado de tristeza, de ira, de sentimientos y emociones encontrados, no es posible mantenerla indefinidamente y la persona empieza a tener sentido de la realidad. De que esa persona ya no está y que la vida sigue, que hay otras responsabilidades que atender mientras se siga vivo y que habrán nuevas oportunidades o nuevos dolores que atender. Obviamente, se puede llegar al hecho de no aceptar esa realidad y quedarse en etapas del duelo circulando cíclicamente cada cierto tiempo.

Es importante que entiendas que si bien puede ser fácil ver en algunas personas cómo pasan de una etapa a la otra, lo que comúnmente pasa es que las personas vivan simultáneamente en todas ellas e incluso desarrollen otras. 

No voy a entrar en los detalles, porque lo que quiero comentar es otra cosa.

Trata de imaginar estas etapas aplicadas a una relación de pareja.

Hay cientos de artículos al respecto del duelo en las parejas así que tampoco voy a extenderme en esto.

La diferencia entre el duelo de una muerte física a la muerte de una relación es mucha, aunque las etapas del duelo sean parecidas. Míralo de esta manera, no es lo mismo que rompas con tu pareja porque no se entienden, porque el amor se acabó, porque no encontraron la manera de resolver sus problemas a que la relación se acabe porque una de las dos personas se ha muerto. La manera de enfrentar el duelo y la “gravedad” e intensidad de la situación es muy diferente.

Claro, eso es fácil decirlo desde afuera, porque quien enfrenta un duelo por una u otra circunstancia puede sentir que el dolor es tan profundo que la vida cambiará de manera definitiva. Pero eso es solo mientras “el hecho” es reciente. Con el paso del tiempo y con un adecuado procesamiento racional y una buena gestión emocional, los dolores por ambas situaciones se disminuyen. Puede que no desaparezcan, pero no serán determinantes, después de unos días, meses, años, para el “cómo nos sentimos en el día a día”.

Cuando digo “muerta” me refiero a una relación. Quiero que pienses en esto y compartas tus respuestas con respecto a la siguiente pregunta, con la que terminamos esta primera parte. 

¿Qué pasa cuando una relación se ha “muerto” pero ninguna de las dos personas la quiere soltar o una de ellas?

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